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jueves, 23 de mayo de 2013
Microcosmos en el Taller del Artista
Es ya sabido por todos y más a lo largo de este curso las numerosas obras
que el artista fue realizando a lo largo de toda su vida, pero en ocasiones se
dejan de lado otras cuestiones, ¿cuál fue realmente el lugar en el que el “monstruo”
se enfrentaba a sus fieras?, ¿dónde creaba y manufacturaba sus obras?,
¿construyó un espacio de trabajo propio, él se identificaba realmente con su
taller?
Las casas de los artistas nos hacen plantearnos y reflexionar sobre una
cuestión de identidad, entendidas muchas veces como autorretratos de aquéllos,
es la convicción de que la arquitectura, sus espacios y lenguajes y, sobre
todo, sus contenidos, explican o pueden ayudar a explicar las poéticas del habitar
y las maneras, lenguajes y obras de sus habitantes.
Los artistas, han hecho de sus casas y estudios, de sus rincones, lugares
íntimos, autorretratos de sus formas de entender el mundo, de proyectarlo o
destruirlo. Además, la propia arquitectura y distribución de esas casas, su
disposición y lugares, elevados o escondidos, cotidianos o alterados,
extraviados o convencionales, se han ofrecido en numerosas ocasiones como
retratos o autorretratos no sólo individuales o autobiográficos, espejos del
alma de sus ocupantes, sino también como formas de representación o autorrepresentación
social y ética.
En este sentido, Picasso desdibujó en numerosas ocasiones su casa, su hogar, ¿pero qué casa, qué taller? Picasso cambió de domicilio en numerosas ocasiones, de ciudad, de país, pero con un espíritu camaleónico demostró adaptarse con facilidad a los diversos ambientes, pasando en todos esos lugares horas y horas soñando, interpretando, creando. Pervirtiéndose con diferentes materiales y técnicas, maltratándolas y vendiéndolas a un buen precio, reinventándose para sobrevivir.
A la hora de
contemplar las fotografías que nos han llegado del artista pintando, moldeando
o construyendo simplemente, podemos observar la disposición de los lienzos, de
las cerámicas, del espacio en general, el cual le dejaba moverse con total
libertad pero que a la vez acumulaba y esparcía, exponiendo incluso una serie
de objetos de tiempos pasados. Este hecho nos habla de igual modo de su método
de trabajar, es decir, Picasso pintó siempre con libertad, escogiendo y
deshaciéndose de estilos y etapas y haciendo igualmente un guiño a
acontecimientos y momentos pasados.
«Allá donde se encuentre, Picasso vive una vida increíblemente sencilla inmerso en un increíble caos de objetos. Todos ellos son tesoros multicolores, armoniosos, chic, pobres, entrañables u olvidados. Comparten el mismo espacio obras maestras y desechos, que en sus manos se convertirán en nuevas obras maestras. Hierros oxidados, cascotes y huesos aguardan su momento de gloria.» Con estas palabras describía Lee Miller el taller de Picasso, La Californie, Cannes, en torno a 1957. Fue ella a través de un cuidado y estudio fotográfico la que nos ha desvelado el Picasso más privado, tal y como pudimos disfrutar en la exposición de Picasso en Privaso del Museu Picasso de Barcelona en el año 2007.
No cabe duda que en estos pequeños universos se forjaron numerosas
microhistorias que han hecho cuestionar hoy en día el poder de las metanarrativas imperantes, generando de este
modo nuevos modelos tanto de inclusión
en la comunidad artística como alternativas en las formas de entender y
representar desde el ámbito del dibujo contemporáneo los conceptos del habitar.
Sin ninguna duda, la inspiración para publicar esta entrada se ha debido
tras mi asistencia al interesante Seminario de Habitar en las Artes - Casas de
artistas que se celebró el 13 y 14 de mayo de este mes en la Facultad de
Geografía e Historia (UCM) y dirigido y coordinado por el prof. Dr. Delfín
Rodríguez Ruíz.
Para saber un poquito más…
MILLER, Lee, Picasso himself, Londres, 1960
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