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martes, 14 de mayo de 2013
1937 – 1945: la guerra, un conflicto.
Por supuesto, la guerra es un
acontecimiento trágico para todos. Es un conflicto que cada uno vive de diferente
forma. Este hecho marca a todo individuo. Picasso va a expresar su propia
experiencia de la guerra a través su pintura. Para el pintor, la pintura se convirtió
en una forma de evasión. Picasso dirá: “Je
n’ai jamais considéré la peinture comme un art de simple agrément, de
distraction. J’ai voulu par le dessin et par la couleur, puisque c’était la mes
armes, pénétrer toujours plus dans la connaissance du monde et des hommes, afin
que cette connaissance nous libère toujours d’avantage”.
El
cuadro que más lo refleja es, evidentemente, el famoso Guernica, hecho durante la guerra civil de España. Picasso, aquí, no pintó más la actualidad histórica sino la intemporal eternidad del
sufrimiento. El testimonio ocular cede aquí a la reacción subjetiva del
artista. El cuadro no es tan un reflejo histórico y si el efecto de ese
acontecimiento en la mente de Picasso. La experiencia aplastante de la guerra y
las tensiones invitan a Picasso a reconquistar temas que lo hacen salir de sí
mismo.
Retomando los bocetos elaborados por el
grupo de la madre y su hijo en la esquina izquierda del cuadro, Picasso pinta
en Octubre de 1937 la Mujer que llora. El tema contemporáneo
del dolor se resume aquí en un estudio de la cabeza en primer plano. Existe un
cierto contraste entre el primer y el segundo plano, destacando en el centro un
coqueto sombrero de mujer con la superposición de perfiles del rostro y
anteponiendo un pañuelo ofreciendo una metáfora del dolor. En su desgarro, la
mujer muerde en ese pañuelo, que recibe el mar de lágrimas corriendo de sus
ojos. Las uñas, conforman ellas misma el aspecto de lágrimas. El drama del
sufrimiento estalla así en la oposición del rostro y del motivo del pañuelo.
En París, bajo la ocupación nazi, Picasso pintó su Nature morte au crâne de
taureau. Una atmosfera de las más severas, definida por una mesa y una
ventana dando en una oscuridad indefinible. Atrae la atención sobre los huesos
y las cavidades profundas del cráneo. Picasso pintó este cuadro el día en el que conoció la noticia de la muerte de
su amigo Julio González. El dolor exprimido por el lienzo entonces puede ser
explicado a un doble nivel: por un lado la tristeza pensando en su amigo
fallecido y por otro la desesperanza del pintor provocada por la situación del
periodo.
Con Charnier
en 1945, Picasso cierra el paréntesis abierto con el Guernica. La extrema sencillez de los colores y la composición
central en triangulo ofrecen a primera vista un paralelismo. Pero la realidad,
ahora, se ha unido a la visión. El cuadro está hecho bajo la impresión de los
reportajes consagrados a los campos de concentración liberados. Fue un tiempo
en el que millones de personas fueron literalmente acumuladas bajo la mesa,
como Picasso lo enseña en el amontonamiento de esqueletos del lienzo.
Con la destrucción de las formas y el
martirio sufre por los personajes de sus cuadros, Picasso quería traducir su
propia visión de la guerra y traducir su estado de alma durante este periodo. Necesitaba
expresar su visión a través de su pintura para exteriorizar sus sentimientos. Charnier es el único cuadro en el que Picasso
representa los horrores de la Segunda Guerra Mundial, pero toda su obra
contemporánea lleva la marca de esa. Muchas de sus obras de la época están
cargadas de sufrimiento y enseñan la desgracia universal y la muerte que
impresionaba en cualquier rincón del mundo. Es evidente que la guerra fue un
acontecimiento que perturba y marca a Picasso en sí mismo y en su arte, aunque
el artista no quería admitir que los acontecimientos habían influidos de
cualquiera manera a su pintura: “Je n’ai pas peint la guerre parce
que je ne suis pas ce genre de peintre qui va, comme un photographe, à la quête
d’un sujet. Mais il n’y a pas de doute que la guerre existe
dans les tableaux que j’ai fait alors. Plus tard peut-être, un historien
démontrera que ma peinture a changé sous l’influence de la guerre”.
Ingo
F. Walter, Pablo Picasso, 1881-1973, le génie du siècle, Taschen, Paris, 1987.
Anne
Baldassari, Dominique Dupis-Labbé, Colette Giraudon, Brigitte Léal, Hélène
Seckel, L’ABCdaire de Picasso, Flammarion, Paris, 1996.
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