lunes, 1 de abril de 2013

La importancia de ser español


   
     Retomando lo comentado por mi compañero, Picasso siempre fomentó su imagen de español. Tanto él como su círculo más cercano incidieron mucho en la cuestión de sus orígenes y la influencia de éstos en su obra. El típico “carácter español”, concebido a partir de estereotipos y un imaginario de corte romántico, va a servir al artista español para añadir excentricidad a su obra y a la imagen de sí mismo que tanto esfuerzo dedicó a construir.  




     En este sentido no sólo destacan las propias actuaciones del artista para identificarse con el prototipo de hombre español sino también las aportaciones de algunos de sus contemporáneos.

     En su artículo de La Plume, Apollinaire incide en esa idea de “lo español” como un rasgo primordial y característico del Picasso artista, recurre a esa tradición andalusí para añadir un mayor exotismo a los orígenes y al carácter del artista: “Viene de lejos, de las riquezas de composición y de la decoración brutal de los Españoles del siglo XVII. […] Él mismo se ve más latino moralmente y más árabe rítmicamente.”[1]

     De forma similar, Gertrude Stein, en su libro Picasso, habla de “lo español” como algo que formaba parte del artista, que influía en todos los aspectos de su vida y obra. Stein habla de una influencia cultural, moral, psicológica… que se reforzaba durante sus estancias en España y se difuminaba mientras el artista permanecía en París  Aunque Picasso residiera en París fundamentalmente, eran sus viajes a España los que provocaban que “el temperamento español se adueñara otra vez de él”, como afirma la propia autora. Cuando Stein habla de esas etapas de distanciamiento con respecto de “lo español”  lo denomina así, distanciamiento que no abandono o rechazo. No, para Stein ese carácter español va a ser una de las condiciones gracias a las cuales Picasso se habría convertido en uno de los grandes artistas del siglo XX. Stein afirma que tenía que haber sido necesariamente un español y no otro quien lograra desarrollar el cubismo:

 “Los españoles saben que no existe la concordancia, ni del paisaje con las casas ni de lo redondo con el cubo, ni de lo mucho con lo poco, y es natural que fuera un español quien lo expresara en la pintura del siglo XX, el siglo en el que nada concuerda, ni lo redondo con el cubo, ni el paisaje con las casas, ni la cantidad grande con la cantidad pequeña.”[2]

     En este sentido, el tratamiento del estereotipo de “lo español” en Stein se vincula con dos aspectos: por un lado, con la tristeza y la monotonía del colorido que, según la autora, impregnan el paisaje español:

“España no tiene nada de sureño, es oriental, las mujeres suelen vestir más a menudo de negro que de colores, la tierra es seca y de color oro, el cielo es de un azul cercano al negro y también las noches estrelladas son negras o de un azul muy negro, y el aire muy luminoso, así que todo está dominado por el negro.”[3]

     Y, por otro lado, con ese exotismo islámico, ese encuentro pacífico y simbiótico de Oriente y Occidente. “Por supuesto que él es español, y un español puede asimilar Oriente sin imitarlo, puede conocer lo árabe sin dejarse seducir, puede repetir lo africano sin dejarse engañar.”[4]

     Stein trata de lo peculiar de la visión de Picasso, de esa nueva mirada como si se tratara de algo ajeno a lo europeo y propio de lo español. Incluso recurre a la tradición quijotesca para ejemplificar ese mirar excepcional que busca expresar las cosas según una visión personal, individual, como contraposición a la representación de una visión universal. Stein vincula esa visión española con la estadounidense al afirmar que ambas naciones comparten ciertos rasgos como el no necesitar “de la religión o el misticismo para no creer en la realidad como la conoce el mundo, si siquiera cuando la ven. Para ellos la realidad no es real, y por eso existen los rascacielos y la literatura estadounidenses, así como la literatura y la pintura españolas.”[5] Esa mirada común habría unido las dos naciones y justificado la admiración que la obra de Picasso suscitó al otro lado del Atlántico.

     En conclusión, la Europa de principios del siglo XX mira a España desde un prisma singular. Ese ideal de convivencia entre culturas, entre civilizaciones, convierte a España en un centro de mestizaje artístico. El mítico orgullo español, la fortaleza de carácter, la violencia e impulsividad se convierten en rasgos definitorios de la identidad del hombre español. Asimismo esos rasgos están muy vinculados con la idea de hombre primitivo, íntimamente conectado con sus pasiones y deseos irracionales, que tanto interés suscitó en la Francia racional de principios del siglo XX. Fue en ese momento cuando Picasso se presentó en París como personificación de ese mestizaje, de esa confluencia del ideal español y de la intelectualidad y racionalidad europea.




[1] Apollinaire, “Les jeunes: Picasso peintre” en La Plume, Paris, 1905, p. 483.
[2] Stein, Gertrude, Picasso, Madrid, 2002, p. 64
[3] Ibídem, p. 20
[4] Ibídem, p. 81
[5] Ibídem, p. 50

1 comentario:

  1. Entrevista a Picasso realizada por el periodista español Julián Antonio Ramírez:
    "Yo nunca he olvidado España y... cada vez más al extranjero se vuelve uno más español.."

    Documentos RNE - La historia del Guernica de Picasso

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