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domingo, 31 de marzo de 2013
Picassomanía
Continuando con la publicación de mi compañera María y su referencia al
cuadro La familia del Saltimbanqui, me
gustaría abordar a partir de aquí el tema de la Picassomanía.
La familia del Saltimbanqui, es un cuadro de grandes
dimensiones y es con ella con la que Picasso quiere dar sentido a su periodo
rosa, convirtiéndola en su obra maestra. A la hora de plantear su ejecución
realiza varios dibujos y versiones, y el ambiente que se establece es pobre,
los personajes deben compartir lo que tienen para sobrevivir y se entiende una
máxima necesidad material y espiritual. El cuadro fue pintado durante meses,
finalizándolo en 1905, antes de su viaje a Holanda.
Años después aparecerá la figura de Chester Dale, uno de los grandes
coleccionistas de los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. Chester
nunca tuvo interés por la pintura hasta el momento de su compromiso matrimonial
con la que sería su mujer la artista Maud Dale; en concreto sería en el año
1926 cuando decide entrar en el mercado y en las negociaciones del arte. En
pocos meses adquieren más de 50 obras impresionistas y postimpresionistas y en
menos de una década Chester Dale compró 700 cuadros llegando a gastar aproximadamente
seis millones de dólares.
La pareja de coleccionistas no dejarán de lado a nuestro protagonista y se
harán con una caterva de obras de Picasso en torno a 1930, fecha en la que
muchos de sus cuadros cruzarán el Atlántico rumbo a los Estados Unidos: La tragedia (1903), Cabeza Clásica (1922), Dos jóvenes (1905), Mujer Sentada. Mme. Picasso (1923) y Gran naturaleza muerta, mesa, silla, cartas y mandolina (1918).
Tal y
como nos cuentan las propias memorias de Dale, el cuadro de La familia del Saltimbanqui lo compró en
1931 al verlo en una fotografía en blanco y negro, no en persona. Desde el otro
continente la envuelven, atraviesa el océano y llega al puerto de Nueva York donde
observa que es más grande de lo que esperaba. Por este motivo tendrá que
derivarla a una galería mientras tomase una decisión de su ubicación
definitiva. Al final tiraría parte de un muro de su casa y lo colocaría en las
escaleras principales de su domicilio, tal y como observamos en la fotografía. Hoy
en día la obra sigue perteneciendo a la Chester Dale Collection y ha sido
expuesta en la archiconocida Natonal Gallery of Art, Washington D. C.
Sin ninguna duda, este hecho sería uno de los propulsores de la llamada Picassomanía
que empieza a surgir a través de sus obras, de igual modo que se multiplicaron
las biografías sobre el controvertido artista, de hecho la propia Maud Dale se
centraría en sus escritos con una monografía de la vida y obra de Picasso.
Para más información os dejo un manual y un link:
PÉREZ SEGURA, Javier, Scandal &
Success. Picasso, Dalí y Miró en Estados Unidos (El Instituto Carnegie y otros
relatos americanos), Eutelequia, 2012.
miércoles, 20 de marzo de 2013
Los
toros: un alter ego en la vida de Picasso
Me gustaría comenzar mi
contribución al blog con la importancia que tuvo el mundo del toreo en la
figura de Picasso. El artista, aparte de ser un ferviente aficionado a todo
este mundillo, usó a la figura del toro o incluso del torero, como una máscara
de su verdadera identidad.
Fotografía
de Picasso con una máscara de Minotauro.
Realizada por Edward Quinn en 1960
Pero este gusto por el
toro en Picasso no ha nacido de la nada ni ha surgido de repente. Muchas son
las representaciones por parte de artistas del toro como animal sagrado a lo
largo de la antigüedad; como se puede ver en un fresco del palacio de Cnossos
del siglo XXI A.C, o los toros de Guisando en Ávila, del siglo II A.C.
Por este motivo, Picasso
como artista no iba a ser menos representando a los toros. Pero para el
malagueño, esta inspiración en los toros le viene también desde otro lugar. Ese
lugar no es otro que su ciudad natal, Málaga, en Andalucía, región con un
fuerte arraigo a esta tradición. Durante su infancia, Picasso solía asistir junto con su padre,
José Ruiz, a numerosas corridas de toros. Es por ello que entre sus primeras
obras podemos encontrar algunos cuadros referidos a esta temática, en los
cuales el toro está presente en las diferentes composiciones. Este gusto de
Picasso por el toro y el toreo no se terminará en su infancia, y en “El Guernica” de 1937 podemos ver como en
la composición hay una cabeza de toro. Esta relación entre Picasso y el toreo
no acaba en las obras artísticas, sino que por ejemplo, fruto de la relación de
amistad entre el pintor y Miguel Dominguín, el artista le llegará a realizar un
traje de luces. Dicho traje llegó a estar expuesto en el Museo del Traje de
Madrid para una exposición en 2010.
“Corrida de toros y palomas”. 1892
Museo Picasso Barcelona
“Corrida de toros”. 1901
Colección Stavros S. Niarchos
Fotografía
del diseño del traje para Miguel Dominguín en
la exposición del Museo del Traje de Madrid
Una vez Picasso se asentó en París, utilizará la
imagen del toreo de una forma diferente a cuando residía en España. Lo
utilizará para que los parisinos y los franceses en general vieran en ello una
imagen tópica de la sociedad española del momento; una España en la cual era
normal ir con el traje de luces, o con una parte de él, o asistir con asiduidad
a tales eventos. Para ello, se dejó fotografiar por diferentes personas para
que a través de estas instantáneas los franceses pudieran ver reflejado en Picasso
este tópico. Por así decirlo, Picasso actuaba de mediador entre el fiel y la
divinidad, entre el pueblo francés y el tópico de torero español.
Fotografía
de Picasso con montera y capote. Realizada por Edward Quinn en 1955
Fotografía
de Picasso con montera y cigarrillo. Realizada por André Villers en 1954
Fotografía
de Picasso junto a Jean Cocteau y Miguel Dominguín. Realizada en Arlés en 1959
por Lucien Clerge
Aunque hay que tener en
cuenta que le gustaba el toreo, el hecho de que en algunas fotografías aparezca
con personajes muy influyentes de la sociedad francesa de la época, como Jean
Cocteau, ayudaba a que los franceses
entendieran este estereotipo de español. Pero además, todo esto que hacía tiene
otra máscara de su verdadera identidad, y es que Picasso desde que se asentó en
París, había dejado de sentir y de vivir la sociedad española y se había
decantado más por la parisina, más de su nuevo gusto. De ahí que esto se pueda
ver como una máscara de su verdadera identidad, ya que en realidad él no era el
prototipo de español de la época ya que no sentía como el pretendía reflejar la
sociedad de su país natal.
La importancia que tuvo
y que tiene en la actualidad Picasso con respecto al mundo del toro en Francia
y España queda reflejada de diversas maneras. Una de ellas, es que, por eso de
ser el estereotipo español de aquel tiempo, llegó a realizar un cartel para una
corrida de toros en Vallauris (Francia) en 1958, donde se nos muestra a un
matador de toros con una composición cubista. Ya en España, en el año de
inauguración del Museo Picasso de Málaga, en 2003, se hizo una corrida
de toros en honor a su figura y a la inauguración de dicho museo y más
recientemente, desde 2009, se llevan celebrando en Málaga en su honor las
denominadas “corridas Picassianas”.
Picasso desde su infancia encontró en el toro un alter ego
de su personalidad por la fuerza, casta y bravura que caracterizan a estos
animales.
martes, 19 de marzo de 2013
La preciosa firma de Picasso: señal de su identidad
La firma es más que un simple dibujo en
un trozo de papel, forma parte integrante del individuo. Es única y hace de su
autor un hombre único, lo diferencia y lo distingue. En cuanto a Picasso, su
firma en su recorrido desde sus primeras obras infantiles hasta las últimas
realizadas va demostrar un proceso creador de su nombre y testimonia esa
metamorfosis. "Mi firma es como un
dibujo. La invento cada vez. No hay dos veces que se repita. Y además no podría",
decía Picasso.
Pablo Diego José
Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la
Santísima Trinidad Ruiz y Picasso no
firmaba jamás con su apellido completo. Siempre firmaba sus cuadros a excepción
del Guernica para no superar el
acontecimiento histórico. Además, la firma significaba que su trabajo estaba
acabado y que podía salir de su taller. Atribuía mucha importancia a la firma,
y tenía el valor de su arte.
En la niñez de Picasso, periodo que va
del año 1881 hasta el año 1895, tenemos diarios íntimos, croquis y diseños que
son casi todos firmados. Nos damos cuenta que la firma es “P. Ruiz” aunque, a
veces, añade el apellido de su madre.
El periodo de la adolescencia (más o
menos los años 1895 – 1902) no muestra muchos cambios en la forma de su firma. Empieza
a firmar con el apellido de sus padres: “P. Ruiz Picasso” y, a veces, reducía a
“PR Picasso”.
En cuanto al periodo de madurez (a partir
de 1901), la forma de la firma es constante pero empieza a firmar solo con el
apellido de su madre “Picasso”. Decidió firmar solo “Picasso” por rechazo de su
padre según muchos autores. En efecto, cuando Pablo Picasso tenía 13 años, su
padre, viendo el talento de este, dejó de pintar y dio sus pinceles a su hijo.
Este acontecimiento fue muy significativo para la vida del artista que hizo un
paralelismo entre el parricidio y el hecho de haber matado la creatividad de su
padre. El pincel sería un símbolo importante con el que Picasso reflejaba su
poder creativo y su masculinidad. El propio Picasso afirmó un día: “En arte, hay que matar al padre”. Otros
autores dicen que utilizó solo “Picasso” porque sus amigos en Paris lo llamaban
así o porque “Picasso” resonaba más que el apellido “Ruiz”. Es el autorretrato Yo Picasso de 1901 que define su firma
de ahora. Es el momento en que define su estatus de artista, independizándose
así de la figura de su padre.
Es preciso tener en cuenta los últimos
años de la vida del artista. Ahora hay una correspondencia entre la firma, la
libertad artística y el estilo de Picasso después de las Segunda Guerra
Mundial. Al final de su vida, acentuaba su utilización y hay vínculos entre sus
obras y el grafico de su firma.
Al final de su vida Picasso fue muy
reconocido, creando sus obras cierto fervor entre el público que podía
permitirse el lujo de tener alguna de ellas. La locura relativa a Picasso fue
tan enorme que el pintor llegó a firmar autógrafos en la piel de la gente, asegurándose
de este modo que en ningún caso sería vendida. Muchos han sido los que han
guardado un cheque firmado por el artista pero que curiosamente nunca han
llegado a cobrarlo, conservando de esta manera
la preciosa firma.
En
definitiva su firma se pagaba a un alto precio, pues su nombre llegó a ser una
gran fuente de ingresos de la que el propio Picasso era conocedor,
convirtiéndose en la identidad del pintor.
Para más información, podéis remitiros a los siguientes enlaces:
lunes, 18 de marzo de 2013
Picasso, Arlequín Trismegisto
Inmersos
en este viaje de redescubrimiento de la máscara “Picasso” no debemos obviar las
aportaciones de algunos de sus contemporáneos. En ese sentido, la imagen que
Picasso quería transmitir de sí mismo se vio indudablemente ratificada por los escritos
de Apollinaire dedicados a la obra y al artista español.
La
noción de máscara pública estuvo presente en la vida de Apollinaire desde su
nacimiento. Su origen ilegítimo propició la propagación de numerosos rumores
que él mismo nunca confirmó ni desmintió. Uno de esos rumores suponía que su
padre debía ser un obispo o alto cargo del Vaticano debido a la protección
eclesiástica de que gozaba su familia. En su libro Bastardos ilustres, María José Casado Ruiz afirma que el propio
escritor parecía explotar sus orígenes oscuros y misteriosos por vergüenza o,
simplemente, como forma de alimentar el aura misteriosa que le rodeaba[1].
No es de extrañar, por tanto, que Apollinaire quisiera participar en la
construcción de la figura mística de Picasso a través de sus escritos.
En
su artículo publicado en la La Plume, Apollinaire habla de la
existencia trascendental de los personajes picassianos fuera de su función circense.
En el artículo Picasso aparece retratado como un creador casi místico, mágico,
capaz de representar “imágenes humanas que flotan en el azul de nuestras
memorias”[2].
Ese
mismo año, Apollinaire escribió dos poemas Saltimbanquis y Crepúsculo con una iconografía
visual íntimamente vinculada con el imaginario de Los Saltimbanquis. En estos poemas Apollinaire vincula a Picasso
con la figura del Arlequín Trismegisto, una adaptación del Hermes Trimegisto que
era fruto de la simbiosis entre el dios egipcio Thot y el griego Hermes[3].
A este Hermes se le atribuye la autoría de unos escritos (Hermética) que llegaron a ser muy populares entre los alquimistas.
La tradición hermética está, por tanto, vinculada con el mundo de la alquimia,
la magia, la astrología, etc. A este respecto no podemos olvidar que el propio
Apollinaire, de la misma forma que Max Jacob, sitió un profundo interés por las
leyendas medievales, los rituales mágicos, la cábala y el tarot. Interés que
surgió durante su primer viaje a Bélgica y que desarrolló durante toda su vida.
Los saltimbanquis, 1905,
National Gallery Washington
Basado
en la aclamación de Apollinaire se ha identificado a Picasso con la figura del
arlequín en Los saltimbanquis
mientras que el personaje de rojo aparece identificado por André Salmon como el
propio Apollinaire que, como en su poema
Crepúsculo, “observa con tristeza / crecer al arlequín
trimegisto.”[4]
Para
profundizar más sobre la relación entre Picasso y Apollinaire destaca el libro
publicado por Peter Read Picasso and
Apollinaire: The Persistence of Memory, University of California Press:
Berkeley, 2008. Y también es imprescindible la digitalización de libre acceso
de la revista La Plume por parte de
la Biblioteca Nacional de Francia.
Etiquetas:Apollinaire,Arlequín Trismegisto,La Plume | 0
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Adentrarnos en Picasso
¿Y qué mejor
identificación con Picasso para desmitificar o corroborar su imagen personal como
original o creada, que convertirnos en nuestra propia máscara?
De esta forma,
los miembros del grupo hemos creado nuestra propia máscara, en un ejercicio
opuesto del que queremos conseguir con este blog, destapar la identidad de
Picasso; averiguar el por qué de su personalidad, despojando cada elemento de
una supuesta careta fabricada. Nosotros construimos nuestra propia máscarada
para deconstruir la de Picasso, en un ejercicio contrario pero similar para adentrarnos
en su mente y conocer esa parte menos explorada que es el "Picasso humano".
¿Sabríais qué parte corresponde a cada
miembro? ;)
Mencionar
también, que la fotografía no se seleccionó al azar, responde a Gyula Halász, más conocido como Brassaï,
seudónimo que es a su vez su lugar de nacimiento; fue un fotógrafo húngaro que
desarrolló su carrera en París. Es considerado uno de los mejores fotógrafos
del siglo XX. Le gustaba captar la noche parisina a través de sus instantáneas,
la belleza de sus calles y jardines, con lluvia o niebla.
Brassaï conoció a Picasso en 1932, con él,
entabló una amistad que duró hasta la muerte del artista malagueño. Fruto de
sus tertulias, el fotógrafo publicó en 1964 Conversaciones
con Picasso, dedicándoselo en su 83 cumpleaños.
El libro no describe hechos sino que cuenta
situaciones, la cotidianidad de su amigo Picasso, de este modo también podemos
conocer su entorno con los personajes del momento: Matisse, Dalí, Cocteau,
Camus, Miller, Sabartés…
Un libro interesante de una vida fascinante.
Podéis adentraros un poco más en el alma de
este fotógrafo y escritor poco conocido, al igual que en la sinopsis del libro
en los siguientes blogs:
domingo, 3 de marzo de 2013
Inicio del Blog
Lo primero de
todo, daros la bienvenida al Blog Picasso, ¿identidad o máscara?. A través de la elección de este título queremos presentar de modo
metafórico las “máscaras” que el propio Pablo Ruiz Picasso ha expuesto al público
a lo largo de su vida, es decir, queremos profundizar en la construcción del Mito
Picasso: la presentación en sociedad de una figura, modelada, perfilada y
diseñada de forma predeterminada por él mismo; levantada siempre con mimo y caracterizada
por una exquisita minuciosidad que sin ninguna duda le otorgaron las claves del
éxito.
Como principal
objetivo nos hemos propuesto ponernos en la piel del artista, formar parte de él
y sobretodo mirar a través de sus ojos, sin olvidar por supuesto como su
entorno más cercano y los diferentes círculos sociales le miraban, influyendo
estos en el alcance de una extraordinaria atmósfera mística que claramente le
atrapó y llegó a dejar huella en una España
repleta de magníficos artistas sin fronteras y nuevas vanguardias.
Es obvio que el
archiconocido Picasso se ha convertido hoy en día en un medio internacional y singular
entre las masas, promovido por una producción artística que rompió de nuevo barreras,
un carisma innato y una imagen estereotipada, pero cuestionémonos realmente: ¿fue
en verdad una imagen premeditada? o por el contrario ¿nació de forma aleatoria impuesta
por una sociedad con ansias de nuevas expectativas en el comienzo de un
vertiginoso siglo XX en Europa? Fotografías, autorretratos, retratos de sus más
íntimos amigos, sus marchantes y biógrafos más cercanos o su firma como símbolo
de identidad nos ayudarán a conocer de primera mano la construcción de un mito.
Adelante, tod@s están invitad@s. Abierto ya el debate porten sus máscaras, pongan al rojo vivo sus sentidos y enfrentémonos junt@s al desafío Picasso, pues desde nuestro punto de vista, la vida y obra de Picasso es un reto en sí misma…
Imágenes tomadas
por el fotógrafo David Douglas Duncan.
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